Una de las cosas que me encanta del verano es poder pasear por las playas y paseos de zonas costeras, disfrutando del clima y del ambiente, en actitud de voyeur con todo aquello que me rodea. Y es que nuestro clima, el sol, y las playas, atraen a la masa turista, igual que la mierda lo hace con las moscas, con lo cual nuestro litoral se llena de gentes venidas de todos lados, creando una comunidad cosmopolita a orillas del mar. Sí, está claro... turismo cultural se le llama (por los cojones).

Viéndolos uno se da cuenta de la grandeza que ha supuesto la globalización. Que haya personas tan distintas, de lugares tan remotos y lejanos, y que, una vez aquí, sea casi imposible distinguirlos. Es como si nuestro país los alelara y empujara a actuar del mismo modo, a ser autómatas incapaces de hacer nada "diferente". Y es que el que viene a España/Catalunya (por el caso concreto del que hablo) y no se deja estafar con los precios demenciales del chiringuito, no se atiborra a base de paellas asesinas, emborracha con sangrías de destrucción masiva, o no compra un toro o una bailaora' sevillana, es como si no hubiera disfrutado plenamente de las posibilidades que le ofrece el país. Y esto no me lo invento yo, puesto que las encuestas que realiza la Consejería de Turismo así lo confirman.
Claro que, además de esos intereses culturales (desde que alguien dijo que comer también era cultura, los chiringuitos costeros se están llenando los bolsillos... y los turistas la panza a base de arroz rancio y cerveza aguachirrá), nuestros turistas, después de 2 días de sol y fiesta nocturna, acaban pareciéndose los unos a los otros.
Para empezar, la mayoría de ellos tiene un tono de piel bastante moreno debido al sol. Pero no un tono moreno-mulato, sino negro-congoleño. Parece que vengan con la idea de que la crema solar es un invento del Corte Inglés para sacarse cuatro perras, y que pasen de ella igual que si fuera un timo, con lo cual se explicaría ese ennegrecimiento de algunas mujeres. Por el lado masculino, el efecto ennegrecedor no predomina demasiado, pero sí el tono rojo-gamba, dejando constancia de qué prenda se ha vestido, visu
alizándose en sus esbeltos cuerpos (curtidos a base de tapitas y cervezas a mansalva) zonas blanquecinas en las que no ha dado el sol. Como diría el Gañán: "se produce el efecto fresa-nata, que queda muy sexy".
En lo que respecta al atuendo, en hombres está más que consolidado el uso de sandalias con calcetines blancos. Está probado: un paseo de 2 horas convierte los posibles hongos de pies en musgo, ideal para cuando toque montar el pesebre. También es bueno saber vestir bien, y colocarse el bañador o en la zona del sobaco, o justo en la cintura ,pero muy apretado, que provoque que las lorzas cuelguen por los lados, y que parezca que tenem0s un par de asas para el agarre). Pero aunque pueda parecer que los hombres nos hemos vuelto coquetos y presumidos, son ellas quienes se muestran más despampanantes.
Y es que la performance perfecta para disfrutar de un día de playa es ir con toda la pedrería que tengamos por casa, ya sean anillos, brazaletes, pulseras... (si es necesario, nos colgamos la lámpara de araña en la oreja a modo de pendiente), y un sutil y delicado maquillaje de brocha gorda, que cuando nos metamos en el agua generemos una marea multicolor que rivalice con las manchas del carburante de las barcazas. También es aconsejable usar un bikini de poca tela. Ya se sabe, cuantos más kilos, cartucheras, y celulitis haya, más diminuto ha de ser.
También uno debe sugerir el uso de tacones para ir a la playa, lo cual, no me preguntéis el por qué, está bastante extendido por Palamós (debe de ser para evitar ser arrastrado por el fuerte viento u oleaje, en el caso de que haya mal clima).
No son cosas extraordinarias ni difíciles de ver, sino que están más que arraigadas entre la masa turística. Así que, si no tenéis nada mejor que hacer, id a la costa a deleitaros la vista y a tomar nota de caras a lo que queda de verano. Que no todo ha de ser Zara, H&M y demás tienduchas... que con un par de eurillos, mucha poca-vergüenza, y una boutique de playa (como las llaman algunos), podemos ir a la última en lo que a diseños veraniegos de importación se refiere.
Claro que, además de esos intereses culturales (desde que alguien dijo que comer también era cultura, los chiringuitos costeros se están llenando los bolsillos... y los turistas la panza a base de arroz rancio y cerveza aguachirrá), nuestros turistas, después de 2 días de sol y fiesta nocturna, acaban pareciéndose los unos a los otros.
Para empezar, la mayoría de ellos tiene un tono de piel bastante moreno debido al sol. Pero no un tono moreno-mulato, sino negro-congoleño. Parece que vengan con la idea de que la crema solar es un invento del Corte Inglés para sacarse cuatro perras, y que pasen de ella igual que si fuera un timo, con lo cual se explicaría ese ennegrecimiento de algunas mujeres. Por el lado masculino, el efecto ennegrecedor no predomina demasiado, pero sí el tono rojo-gamba, dejando constancia de qué prenda se ha vestido, visu

En lo que respecta al atuendo, en hombres está más que consolidado el uso de sandalias con calcetines blancos. Está probado: un paseo de 2 horas convierte los posibles hongos de pies en musgo, ideal para cuando toque montar el pesebre. También es bueno saber vestir bien, y colocarse el bañador o en la zona del sobaco, o justo en la cintura ,pero muy apretado, que provoque que las lorzas cuelguen por los lados, y que parezca que tenem0s un par de asas para el agarre). Pero aunque pueda parecer que los hombres nos hemos vuelto coquetos y presumidos, son ellas quienes se muestran más despampanantes.
Y es que la performance perfecta para disfrutar de un día de playa es ir con toda la pedrería que tengamos por casa, ya sean anillos, brazaletes, pulseras... (si es necesario, nos colgamos la lámpara de araña en la oreja a modo de pendiente), y un sutil y delicado maquillaje de brocha gorda, que cuando nos metamos en el agua generemos una marea multicolor que rivalice con las manchas del carburante de las barcazas. También es aconsejable usar un bikini de poca tela. Ya se sabe, cuantos más kilos, cartucheras, y celulitis haya, más diminuto ha de ser.

No son cosas extraordinarias ni difíciles de ver, sino que están más que arraigadas entre la masa turística. Así que, si no tenéis nada mejor que hacer, id a la costa a deleitaros la vista y a tomar nota de caras a lo que queda de verano. Que no todo ha de ser Zara, H&M y demás tienduchas... que con un par de eurillos, mucha poca-vergüenza, y una boutique de playa (como las llaman algunos), podemos ir a la última en lo que a diseños veraniegos de importación se refiere.