24 de octubre de 2008

Pozo sin fondo

Hoy me estaba tomando un café en un conocido restaurante de mi pueblo cuando de pronto entró un hombre de voz ronca y aspecto descuidado. Se acercó a la barra y, de malas maneras, pidió cambio a una camarera para poder jugar un rato a la máquina tragaperras. Veinte euros en monedas. Y ya, con el dinero contante y sonante, se fue en dirección a la máquina, paquete de tabaco en mano y cigarrillo en la boca, y empezó a echar monedas. No es que sea una escena poco común, desgraciadamente, pero me hizo darle algunas vueltas al asunto (ayudado, por supuesto, al hecho de que los periódicos del día los tenían monopolizados una serie de cacatúas que comentaban a gritos las trifulcas de Gran Hermano).

"Tragaperras", un nombre muy aclarativo: algo que se traga el dinero, tu dinero. Pero pese a ello la gente sigue cayendo en sus fauces y echándole todo cuanto le llega a las manos. Unos, por el hecho de tentar a la suerte e intentar saborear algún que otro premio. Otros, porque tienen una enfermedad que les impide controlarse ante ciertas cosas. En este caso, ante el juego. La ludopatía.

Desconozco qué le pasaba por la cabeza al hombre, puesto que, una vez la máquina devoró los veinte euros, éste fue a la barra a por más monedas, y luego siguió a lo suyo. Absorto en el meter monedas por la ranura. Absorto en el juego. Absorto en su mundo. Quizás, y sólo quizás, el hombre pasaba por algún duro momento en su vida y, por no enfrentarse a él, pasaba el rato delante de la máquina. Quién sabe.



Al final, la sensación que se nos queda a todos es la de lástima, tanto por ellos como por sus familiares. Pero la máquina seguirá encendida mientras repercuta de manera económicamente positiva a sus dueños, ya sea gracias a un "aventurero", o a un enfermo. Eso les da igual.

Y con esa extraña sensación me acabé mi café y salí por la puerta, deseando en que alguien, por su bien, le desconectara la máquina y le obligara a irse a casa.

21 de octubre de 2008

Pesadilla antes de Navidad: Edición coleccionistas con busto

No tengo palabras para describir el cúmulo de sensaciones que me provoca el visionado de esta película. Una animación perfecta, un gran argumento, y un perfecto mundo como sólo Tim Burton sabe ofrecernos, en dónde la fantasía, el humor negro, la magia y la música se combinan para hacer de ella algo inolvidable. Y es que es y será una de mis cinco películas preferidas de todos los tiempos.

Así que no podía resistirme a adquirir la mejor edición jamás editada de esta obra de arte. Después de 2 meses de espera en los que me llegó una copia totalmente rota de Estados Unidos, hoy he recibido, por fin, la edición para coleccionistas de Pesadilla antes de Navidad.

¡Es preciosa! Perfecta para adornar una estantería y hacerla mucho más vistosa. Jack me tiene enamorado, y las canciones del film se me pegan más que lapas y luego estoy días y días tarareándolas. Es algo mágico.

Además, para hacerla más mágica aún, nos llega en período pre-navideño (fecha en la que está ambientado el film), en el que muchos, debido a la crisis, estamos comprando los regalos con meses de antelación para así hacer el gasto económico algo más llevadero. A ver cuando espavilan los de El Corte Inglés y nos ponen las exposiciones de turrón y polvorones ya a finales de agosto, aunque poco les falta. Demasiada visión empresarial tienen (tómese como se quiera).

Por supuesto la película viene en perfecto inglés, pero ya me he agenciado su versión patria en Blu-Ray para poder disfrutar de toda su majestuosidad en la mejor de las calidades.


Como curiosidades, decir que se necesitaba toda una semana de trabajo para elaborar un minuto de cinta... y ésta tiene 75 minutos, así que haced cálculos. Otro aspecto a destacar es el hecho de que algunos personajes de la película llevan las caras de quienes les prestan la voz. Así pues Lock, Shock, y Barrel tienen las voces de Paul Reubens, Catherine O'Hara, y Danny Elfman. Lo mismo sucede con el niño que recibe la cabeza decapitada como regalo de navidad, que es la versión infantil de Tim Burton.

Y bien, ahora tocará buscarle un sitio destacado en mi nuevo hogar, juntamente con alguna de mis últimas adquisiciones: Se7en (edición especial) (descatalogadísima y con precios superiores a los 50€ en Ebay), Cuentos de Terramar, Movida en el Roxbury, La bella durmiente, y la edición en Blu-Ray de Pesadilla antes de Navidad.


Se acercan las Navidades, y con ellas el gasto. ¡Felices compras!

17 de octubre de 2008

Me cago en... cierto tipo de padres

Sé que no actualizo todo lo que debería. Lo sé. Pero entre las clases, el trabajo, y mi futura mudanza, estoy apenas sin tiempo. Eso sí, de mala leche aún ando sobrado, y de vez en cuando necesito rebajar mis niveles de bilis dándole a la tecla. Y es que en esta ocasión querría dedicarle una bonita y delicada entrada a todos esos padres que dejan a sus hijos corretear a sus anchas por los centros comerciales.

Y es que no soporto ver como algunos críos desordenan, toquetean, manchan, y tiran todo cuanto pueden, bajo el consentimiento o despreocupación de sus progenitores. Verlos como lo cambian todo de sitio, mientras a sus padres les importa tres bledos lo que hagan, siempre y cuando estén entretenidos y no les causen problemas a ellos. Panda de cabrones.

Me pregunto si en sus casas les dejan hacer lo mismo, si les permiten tirarlo todo por los suelos y dejarlo tal cual. En ese caso, no querría indagar más ni enterarme de qué tipo de educación le están dando a los chiquillos. Allá cada cual. Puertas adentro, en sus casas, que hagan lo que les de la gana, siempre y cuando no perjudiquen a nadie, pero fuera creo que es exigible un mínimo de civismo y control. Una educación que, por lo visto, algunos olvidan impartir.



Los niños, los pobres, no tienen la culpa. Los culpables son los padres que les permiten dar rienda suelta a su comportamiento, provocando que los que trabajamos en algún centro de cara al público tengamos que ir recogiendo la mierda que, tanto ellos como sus retoños, van sembrando por donde pasan. Para ellos pido pues la castración.

Y es que los hay que deberían tener prohibido el traer descendencia al mundo. Con ello se contribuiría a hacer de éste un lugar mejor. O, como mínimo, más cívico.

P.S.: Ahora me tocará ponerme al día con vuestros blogs...

1 de octubre de 2008

... no nos va a faltar de nada

A las 5 de la mañana suena el despertador. Mierda. Ayer me acostaba a la 1 de la madrugada haciendo un par de tareas, y antes de ser consciente de que estaba durmiendo, ya me he tenido que volver a poner en pie. Me toca ir a clase a Barcelona durante la mañana, y luego volver por la tarde hacia Girona para realizar mi jornada laboral de 7 horas. Algo bastante estresante, pero, a la par, necesario. Por si no fuera poco, trabajo los fines de semana y algunos festivos, y las facturas se me acumulan en el buzón. De ser ahora otro año u otro mes, lo calificaría todo como una mierda y lo mandaría al carajo. Pero ahora no, ahora es diferente.

Y es que, después de 24 años en los que he hecho y ha habido de todo, creo haber encontrado a la persona con la que quiero iniciar una vida conjunta y compartir risas, ilusiones, sueños, caricias... todo. Compartir los días con esa persona que me dibuja una permanente sonrisa en el rostro, y con quien los momentos que paso junto a ella se hacen inolvidables. Y es que, pese a llevar juntos únicamente dos meses (aunque intensísimos), tengo la sensación de conocerla de toda la vida. Las charlas junto a ella me divierten e interesan. Sus silencios no me incomodan, son cómplices. Sus risas me dan ánimos, y sus preocupaciones, temores, o enfados se hacen míos también. Anhelo estar más tiempo con ella y compartir las muchísimas cosas que tenemos en común, y, sobretodo, aquellas que nos hacen diferentes.

Es por eso que estos no son días de mierda, sino días en los que empezar a preparar lo que, espero, sea una vida conjunta.

Y es que ya sabes que te quiero, y que no me cansaré de susurrártelo al oído. Hoy esta entrada es para .

 
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