21 de agosto de 2008

Colección Verano 2008

Una de las cosas que me encanta del verano es poder pasear por las playas y paseos de zonas costeras, disfrutando del clima y del ambiente, en actitud de voyeur con todo aquello que me rodea. Y es que nuestro clima, el sol, y las playas, atraen a la masa turista, igual que la mierda lo hace con las moscas, con lo cual nuestro litoral se llena de gentes venidas de todos lados, creando una comunidad cosmopolita a orillas del mar. Sí, está claro... turismo cultural se le llama (por los cojones).

Viéndolos uno se da cuenta de la grandeza que ha supuesto la globalización. Que haya personas tan distintas, de lugares tan remotos y lejanos, y que, una vez aquí, sea casi imposible distinguirlos. Es como si nuestro país los alelara y empujara a actuar del mismo modo, a ser autómatas incapaces de hacer nada "diferente". Y es que el que viene a España/Catalunya (por el caso concreto del que hablo) y no se deja estafar con los precios demenciales del chiringuito, no se atiborra a base de paellas asesinas, emborracha con sangrías de destrucción masiva, o no compra un toro o una bailaora' sevillana, es como si no hubiera disfrutado plenamente de las posibilidades que le ofrece el país. Y esto no me lo invento yo, puesto que las encuestas que realiza la Consejería de Turismo así lo confirman.

Claro que, además de esos intereses culturales (desde que alguien dijo que comer también era cultura, los chiringuitos costeros se están llenando los bolsillos... y los turistas la panza a base de arroz rancio y cerveza aguachirrá), nuestros turistas, después de 2 días de sol y fiesta nocturna, acaban pareciéndose los unos a los otros.

Para empezar, la mayoría de ellos tiene un tono de piel bastante moreno debido al sol. Pero no un tono moreno-mulato, sino negro-congoleño. Parece que vengan con la idea de que la crema solar es un invento del Corte Inglés para sacarse cuatro perras, y que pasen de ella igual que si fuera un timo, con lo cual se explicaría ese ennegrecimiento de algunas mujeres. Por el lado masculino, el efecto ennegrecedor no predomina demasiado, pero sí el tono rojo-gamba, dejando constancia de qué prenda se ha vestido, visualizándose en sus esbeltos cuerpos (curtidos a base de tapitas y cervezas a mansalva) zonas blanquecinas en las que no ha dado el sol. Como diría el Gañán: "se produce el efecto fresa-nata, que queda muy sexy".

En lo que respecta al atuendo, en hombres está más que consolidado el uso de sandalias con calcetines blancos. Está probado: un paseo de 2 horas convierte los posibles hongos de pies en musgo, ideal para cuando toque montar el pesebre. También es bueno saber vestir bien, y colocarse el bañador o en la zona del sobaco, o justo en la cintura ,pero muy apretado, que provoque que las lorzas cuelguen por los lados, y que parezca que tenem0s un par de asas para el agarre). Pero aunque pueda parecer que los hombres nos hemos vuelto coquetos y presumidos, son ellas quienes se muestran más despampanantes.

Y es que la performance perfecta para disfrutar de un día de playa es ir con toda la pedrería que tengamos por casa, ya sean anillos, brazaletes, pulseras... (si es necesario, nos colgamos la lámpara de araña en la oreja a modo de pendiente), y un sutil y delicado maquillaje de brocha gorda, que cuando nos metamos en el agua generemos una marea multicolor que rivalice con las manchas del carburante de las barcazas. También es aconsejable usar un bikini de poca tela. Ya se sabe, cuantos más kilos, cartucheras, y celulitis haya, más diminuto ha de ser. También uno debe sugerir el uso de tacones para ir a la playa, lo cual, no me preguntéis el por qué, está bastante extendido por Palamós (debe de ser para evitar ser arrastrado por el fuerte viento u oleaje, en el caso de que haya mal clima).

No son cosas extraordinarias ni difíciles de ver, sino que están más que arraigadas entre la masa turística. Así que, si no tenéis nada mejor que hacer, id a la costa a deleitaros la vista y a tomar nota de caras a lo que queda de verano. Que no todo ha de ser Zara, H&M y demás tienduchas... que con un par de eurillos, mucha poca-vergüenza, y una boutique de playa (como las llaman algunos), podemos ir a la última en lo que a diseños veraniegos de importación se refiere.

11 de agosto de 2008

Lo primero es lo primero

Estoy hecho polvo. Esta noche pasada no he pegado ojo y hoy he llevado a cabo una dura jornada laboral de 12 horas. No me siento las piernas, y eso que estamos a lunes. Ha habido problemas a doquier, gritos, quejas, carreras, una pequeña inundación, y alguna cosilla más que ahora no recuerdo. Pero de entre toda esa maratoniana y caótica jornada en el tajo, no todo ha sido malo, y es que la comida corría a cuenta de la empresa. Y oye, no tenía ni pizca de hambre, pero si una cosa he aprendido en esta vida es que aquello que te den como "gratis", acéptalo aunque luego sea una mierda. Así que me he guardado en la mochila mis suculentos bocadillos de chopped (a un servidor el sueldo no le llega para nada de más calidad) y me he aventurado a disfrutar de un restaurante de forma gratis. Pero... ¿esto realmente importa para lo que voy a explicar? Pues, la verdad, no demasiado. Únicamente es para fijar un contexto.

Sentados en el restaurante, y mirando fíjamente el folio del menú, adornado con bonitas imágenes prediseñadas de windows, he avistado a una pareja que comía a destajo en una mesa situada al fondo del comedor. Viéndolo a él daba la sensación que se fuera a acabar el mundo. Aún no había acabado de masticar el trozo de ternera, y ya estaba empujándose uno nuevo con un trozo de pan, mientras la salsa le chorreaba mentón abajo. Los cubiertos estaban de más. En eso que su pareja (o lo que fuera la mujer que se sentaba a su lado) se le acercó para besarle en la mejilla, y él, en la línea de lo que esperaba, dejó ir un "mientras como, no me molestes". El hombre siguió a lo suyo, impasible, totalmente absorto de la reacción de decepción de la mujer. Así que de pronto recordé esas tardes con mi abuelo, sentado en el banco de un parque, viendo a las palomas colonizar el parque en el que me divertía de crío.

Y es que me hacía muchísima gracia ver como andaban, con ese movimiento hipnotizante de cabeza. Me gustaba llevarme migas de pan seco en una bolsa para alimentarlas y que se juntaran alrededor mío. Y siempre encontraba a algún Don Palomo, con el cuello hinchado, sacando pecho, con aspecto muy varonil y atrevido, persiguiendo algún fornido culo o las robustas pechugas de una grácil paloma. Pero oye, era tirarle una miga de pan, y el calentón del ave pasaba a un segunto término, y éste se centraba en el papeo.

Parece que, tanto en animales como en las personas, lo importante es llenar la barriga. Para lo otro, por lo visto... siempre quedará el recurso del porno, el cual según las estadísticas es consumido por un 85% de la población. Poco me parece.



6 de agosto de 2008

Exceso de azúcar

Hoy no había luna llena, y tampoco se ha anunciado una alineación de planetas que afectara a Cáncer, mi signo zodiacal. Tampoco recuerdo haberme dado de cabezas contra el pavimento, o tomarme alguna sustancia que me dejara en estado catatónico (sin contar el ron, claro está). Si enciendo el televisor, no me encuentro con ningún Galimatías proclamando que corren tiempos raros y que actuaremos de manera poco común. En definitiva, que no hay ningún indicio claro que me explique el por qué de mi comportamiento actual.

Como casi cada día, me he puesto el despertador a las 5:10 de la mañana para poder acudir al trabajo, pero con la pequeña diferencia de que hoy le he arreado un guantazo, lo he metido en el cajón, y he seguido durmiendo, provocando que, al volverme a despertar, me diera cuenta de que tenía únicamente tres minutejos para asearme y salir cagando leches. Pero no me he puesto nervioso, he sonreído al constatar que soy un desastre para madrugar, y he salido en dirección al curro, sin mucha prisa, pero tampoco sin tiempo que perder. De camino con el coche me he encontrado al típico "pisamierda" que decimos en Girona, un conductor que, además de ocupar tanto el carril derecho como el izquierdo, no supera los 40km/h de velocidad. En vez de soltarle un educado y cordial "hijoputa acelera, ¡que llego tarde!", le he hecho luces y lo he adelantado sin ningún tipo de complicación.



Una vez en el curro, me ha "explosionado" una pistola con pegamento, impregnándome entero de tal sustancia, y no he tenido más remedio que afeitarme los brazos en un paso más hacia la metrosexualidad, evitando así tener que arrancarla a pellizcos. A los pocos minutos, el encargado se ha puesto a chillarme (aún espero que me diga el por qué) y yo, en lugar de pedir perdón automáticamente o mandarlo a tomar por culo, le he sonreído. provocando que gritara aún más (y como digo, sin tener ni idea del motivo).

Una vez en casa, y presa del agotamiento, he intentado pegar una cabezadita, pero a los pocos minutos ha sonado el teléfono y, sin mirar siquiera quien llamaba, he decidido apartar el sueño y contestar. Me ofrecían una tarifa telefónica supermegachachi, la cual me importaba tres cojones, pero que he dejado que la chica me intentara vender con su labia. Una labia, por cierto, bastante penosa... otro día que me mande el folleto y acabamos antes, porque leyendo literal de un papel no va a lograr convencerme. Después, como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo, llamaron a la puerta, encontrándome a los de Testigos de Jehová enfrente, con amenazante sonrisa. Estuve charlando con la chica sobre una revista que me dejaron para informarme, pero sin llegar a ningún punto en común. Nada que hacer. Pero ella me agradeció el tiempo y la atención y “amenazó” con volver a pasarse con un nuevo número.

Ya despejado del todo, he decidido encender el televisor y ver cualquier cosa mínimamente decente (algo muy complicado en fechas veraniegas), y me he quedado enganchado a una de esas películas ñoñas y pastelosas, en las que todo es maravilloso, los sentimientos muy profundos, y en dónde lo peor que sucede es que se le acaben los tampones a la protagonista. Vamos, uno de esos films empalagosos como un sorbete de mazapán.

En otras circunstancias, hoy hubiera sido uno de esos días en que hubiera mentado a la madre de mucha gente, y que me hubiera dejado un cabreo encima hasta el momento en que me fuera a acostar. Sin embargo, no ha sido así.

Debe ser que Cupido ha hecho puntería. Y que a mí me ha clavado una de sus flechas.

 
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